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Diario de la Expedición:
18 de agosto de 2004

"Volando al amanecer"

Cuando se vuela por encima del Delta del Okavango vienen a la memoria los recuerdos de las viejas películas sobre África, de esos exploradores que se adentraban en la selva atentos a la presencia de cualquier depredador. Personajes como Clark Gable, Stewart Granger o, cómo no, Humphrey Bogart y Katharine Hepburn, en La Reina de África, parece que van a materializarse en cualquier rincón de este inmenso paraje acuático que se extiende por debajo de nosotros y que sirve de hogar a cientos de especies animales y vegetales.

A las siete de la mañana estamos volando para aprovechar la hora del día, junto al atardecer, en la que los animales se hacen más visibles porque hay menos calor. Es todo un espectáculo ver cómo búfalos, elefantes, jirafas, hipopótamos o cocodrilos disfrutan del agua del río Okavango, casi tanto como nosotros al verlos en libertad en su medio natural. Una pareja de leonas retoza en mitad de un arenal mientras un impala pasa cerca de ellas, tal vez ajeno al peligro que para él representan. Seguramente tenían el estómago lleno.

El ala del avión refleja la belleza del Delta. Foto: Daniel Padrón

 

Un gran humedal forma el Okavango en su final de trayecto. Foto: Tamara Fuentes

Botswana está íntimamente relacionada con el desierto del Kalahari. En nuestra ruta hacia Namibia atravesamos la zona noroeste de esta inmensidad que ocupa las dos terceras partes del país. Pero el Kalahari no es sólo dunas de arena, que las hay, sino que posee una cubierta de vegetación en determinadas partes que permite a los animales sobrevivir en este medio tan hostil. No hay que llevarse a engaño: cualquiera, salvo que perteneciese a una de las etnias locales, moriría irremediablemente de sed. Sólo los animales saben descubrir la riqueza del agua en las profundidades del desierto.

Uno de los árboles más emblemáticos de África se encuentra precisamente en el Kalahari: el baobab, envidiado por los dioses que decidieron castigar su belleza arrancándolo de la tierra, volviéndolo del revés y haciendo que sus raíces pareciesen las ramas.

 

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Un bello ejemplar de baobab en mitad de la nada del Kalahari. Foto: Roberto González

Atravesamos la frontera entre Botswana y Namibia por el paso de Mamono, siguiendo la carretera Trans-Kalahari que nos lleva hasta Gobabis, el lugar donde hoy establecemos el campamento.

Namibia nos da la bienvenida con una de sus bellezas animales: el guepardo, el animal más rápido sobre la tierra. Los ejemplares que vemos están en Zelda, una reserva natural privada de caza, donde se ayuda a preservar la vida salvaje gracias a un programa de recuperación de especies.

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La Ruta de las Estrellas: el Rincón del Estudiante.

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Foto: Aurora Castellanos

La dulzura de la imagen de este guepardo esconde la fiereza de un animal salvaje. ¡Hasta dan ganas de llevárselo a casa! No creo que a mis padres les hiciera mucha ilusión...

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