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Diario de la Expedición
Imágenes
Crónica:

22 de julio de 2009

Totalidad con tempo oriental.

7:00 am. Veintiún expedicionarios se levantan con la vista fija en el cielo. Está nublado; todo el cielo está cubierto por cirros blanquecinos. Si el pronóstico del tiempo es bueno y tenemos suerte es posible que se despeje algo a lo largo de las próximas horas y tengamos una ‘ventana’ azul para ver el eclipse.

Después de desayunar escasamente, subimos a la azotea del hotel Yung Feng Holiday. Desde allí se domina todo el complejo turístico en el que nos alojamos, que tiene todo el aspecto de ser un antiguo centro de vacaciones construido por el partido comunista para proporcionar a todos los trabajadores el privilegio del descanso. Vacaciones para todos, aunque no las misma: cada uno en su edificio correspondiente. Una colosal estatua de una mujer armada, de más de veinte metros de altura y de color rojo preside la enorme plaza al pie de la colina. Todo a su lado parece minúsculo. Nos cuentan por aquí que representa el espíritu de la resistencia de las mujeres durante la guerra contra los japoneses.

A las 08:08:30 de la mañana, justo en el momento en que se inicia el primer contacto y la cuenta atrás para la totalidad, las expedicionarias de Ilusiones y Estrellas’09 comienzan a tomar registros de la temperatura, de la humedad relativa, de la presión atmosférica y de los efectos de la difracción de la luz.  ¡Y justo en ese momento, una nube se coloca delante! Aunque aún queda tiempo para que nuestro particular ‘Conjuro a San Miguel’ surta efecto; queda casi una hora para que se haga de noche.

Cuando la luna ya ha cubierto casi el 40% del disco solar, los astrónomos se dan el OK unos a otros. Todo el dispositivo fotográfico y de medición está a punto para el registro de imágenes y datos durante la totalidad.

A treinta minutos de la totalidad, una cantidad nada desdeñable de chinos se han amontonado detrás de la valla de seguridad del equipo de Shelios. Las banderas de China, España, Europa Extremadura y Canarias están pegadas unas a otras en el murete de la azotea, pero en este momento más que el contacto entre las banderas, es la maravilla del eclipse lo que nos está uniendo a ellos. A petición nuestra comienzan a cantar el himno nacional chino. Aplaudimos agradecidos cuando acaban. Son un pueblo amable y sonriente.

Quince minutos antes de la totalidad el color de la luz del paisajeha empezado a cambiar , todo tiene un matiz metálico, irreal. La temperatura ha descendido ligeramente y nuestras sombras decaen sobre los del suelo de azulejos blancos. Cinco minutos después comienza el atardecer.
¡Tres minutos para la totalidad! –nos anuncia alto y claro el responsable de la cuenta atrás. Las nubes clarean alrededor del sol cuando los astrónomos retiran los filtros de sus equipos. ¡Si! ¡Veremos el eclipse en un trozo de cielo despejado!

Cinco, cuatro, tres, dos, uno…asistimos a un anochecer acelerado y entramos en la totalidad! La luna encaja en el disco solar y la escasa luz que aún nos llegaba a la Tierra se apaga. En el lugar de nuestra estrella un inexplicable sol negro arruga el cielo. Inmediatamente se hacen visibles Venus y Júpiter sobre nosotros. A pesar de su extraordinaria duración, cinco minutos resultan ser poco tiempo para la observación de este fenómeno, más aún para los astrónomos que toman medidas frenéticamente. Algunos le damos la espalda unos segundos a eclipse para descubrir un cielo añil violáceo en el que los cirros pálidos de hace unos segundos se sonrosado intensamente.  Los pájaros han cesado sus trinos y una repentina brisa fría nos hace sobrecogernos. A todos.

Oímos al responsable de la cuenta atrás anunciarnos que quedan dos minutos de totalidad, y esos ciento veinte segundos se van ya a una gran rapidez. La temperatura ha caído desde 27º a estos 24,5º y la humedad relativa del aire ha aumentado desde el 56 al 62% de estos minutos.

Con la proclama de los últimos cuatro segundos que anuncian la salida de la totalidad, somos obsequiados con uno de los acontecimientos más hermosos  que un ser humano puede observar; ‘el anillo de diamante’. Es una perla de luz intensa, que se forma en la corona solar justo en el momento en el que los dos cuerpos celestes comienzan a separarse. Nuestro ‘anillo de diamante’ crece y crece ante nuestro asombro, y estalla como un micro-sol poderoso, llevándose los púrpuras de este oriente crepuscular y devolviéndonos instantáneamente el día azul. Es cierto, cada eclipse es un espectáculo diferente y este ha sido un eclipse con tempo y colores orientales: sosegado, elegante, delicado. De una belleza extraordinaria.

Nos quedamos todos en silencio… todos. Los chinos, todo el equipo. Hasta que el Dr. Serra-Ricart nos abre de nuevo la puerta a las palabras haciendo sonar su voz: ‘¿Aquí nadie dice nada?

¡Lo tenemos! Hemos cazado un eclipse total de sol. Y nos lo llevamos puesto, en nuestros recuerdos, y en nuestras mediciones. Es posible que, a partir de hoy, debajo de la sombra de la luna, hayamos conseguido nuevas oportunidades para conocer mejor a nuestro Sol, y, también, a nosotros mismos.

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