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Diario de la Expedición ¡Aurora! nuestro grito de guerra Cinco horas de avión nos separan del continente europeo. Groelandia se nos aparece grandiosa, salvaje, misteriosa. El hielo brilla por la intensidad del sol. Sin embargo la niebla cierra por completo el acceso al aeropuerto de Nasarsuaq. Varias vueltas y una bajada en picado nos permiten tomar tierra. Los diecinueve expedicionarios embarcamos en las lanchas a motor que nos llevarán al campamento de fletanes situado en Illarsuit Qaqqoai. Un recorrido en estas frías aguas de aproximadamente tres horas. Un hecho al que están acostumbrados los groenlendeses desde que nacen pero que a nosotros nos produce cierta desazón ya que el helado viento te atraviesa por completo aunque la belleza de los icebergs, de sus distintos colores que varían entre los blancos más intensos a los azules cobaltos así como de las águilas almizcleras te compensan ampliamente. De nuevo en Groenlandia. La aventura comienza en busca de las auroras borales. Otra vez en la tierra de Erik el Rojo, el vikingo islandes que en el año 982 inició la colonización europea en las zona sur y oeste de clima más benigno poniéndose en contacto con la cultura Ini, uno de los primeros pueblos que llegaron en el 2.500 aC. Otra vez nos reencontramos con el frío, los atardeceres eternos y las "luces que bailan en el cielo". Las auroras hacen acto de presencia. El grito de guerra retumba en la noche:¡Aurora......! Los "Guerreros de la noche" corren como locos para asistir a este espectáculo. Reflejos rosa, verdes y rojos iluminan la noche. Recorren el cielo. Se persiguen como niños en la hora del recreo. Se esconden y cuando te imaginas que se han ido a dormir aparecen detrás de una montaña pra estallar en un espectáculo bello y primitivo mientras el glaciar ruge en la lejanía con grandes estruendos. Largo día y refrescante noche. ¿Qué más podemos pedir? Esperamos que mañana los cielos nos regalen otro momento como éste
por Adela Iglesias Rodríguez
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