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Diario de la Expedición:
15 de agosto de 2004

"Polvo y luz "

Amanece nuestro tercer día en tierras del sur de África. Con las primeras luces vamos saliendo de las tiendas en las que hemos dormido, en las afueras de Palapye. Pero antes, por la noche, nos metíamos en la cruda realidad del frío africano. Durante el día la temperatura puede rondar los 30ºC en esta época del año, el invierno, pero a medida que la oscuridad nos va cubriendo, notamos la bajada hasta los 5ºC. Necesitabamos entrar en calor. Una hoguera reunía a todo el grupo a su alrededor. Los cuerpos acurrucados en torno a las brasas nos dejaron disfrutar de una cena a base de pollo, arroz y ensalada.

Todos reunidos en torno al fuego. Foto: Juan Carlos Casado

Antes de las ocho de la mañana ya estábamos en ruta. Grandes extensiones polvorientas y desérticas se abrían paso ante nosotros. A lo largo del camino atravesamos varias poblaciones, cortadas casi por el mismo patrón: multitud de pequeñas viviendas cuadradas o redondas, recordando las ancestrales chozas, con techos de chapa o de paja. A sus puertas, sus habitantes nos saludaban amablemente a nuestro paso.

Bostwana es uno de los países más ricos del mundo. La razón: diamantes y platino, aunque esa riqueza no se aprecia tanto en la mayoría del país. Pasó de ser un estado pobre, con una economía basada en la agricultura y la ganadería de subsistencia, a ser uno de los mayores productores de piedras preciosas. No obstante, en nuestro camino comprobamos cómo animales como el burro, la cabra y la vaca todavía siguen siendo elementos indispensables en la supervivencia de las familias en el medio rural.

 

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Poblados como éste jalonan la ruta hasta el Delta del Okavango. Foto: Javier Cosme

Llegó la hora de la comida. Qué mejor sitio para hacer una parada que Makgadigadi Pan, una de las lenguas saladas de entrada al desierto del Kalahari, que en época de lluvias se rellena y sirve de abrevadero de los animales que viven en la zona. Los remolinos de arena arrastrada por el viento recorren constantemente la vasta extensión y juegan a chocarse entre ellos generando nuevas estructuras que avanzan peligrosamente hacia donde nos encontramos. La intensa luz que se refleja en el suelo blanco y seco, a veces produce espejismos que confunden al viajero o que le hacen remontarse a tiempos pasados en los que los primitivos habitantes, los tswana -que dieron nombre a esta tierra-, le dan una amigable bienvenida.

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Adela avanza hacia el remolino ¿Será engullida por él? Foto: Roberto González

A media tarde llegamos a Maun, la ciudad que da entrada al parque nacional del Delta del Okavango. La travesía durante estos dos días ha sido larga y polvorienta. La monotonía del paisaje, salpicada por pequeñas acacias, palmeras y muchos termiteros, casi ha finalizado. Olemos el aire húmedo de la noche africana. A partir de este punto empieza el paraíso de los animales salvajes en la amplitud del Delta del Okavango.

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La Ruta de las Estrellas: el Rincón del Estudiante.

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Javier Cosme nos dio detalles sumamente útiles para nuestra visita al Delta del Okavango. Foto: Francisco Zumaquero

Este viaje es un recorrido por algunos paisajes africanos, su fauna, su flora y su cielo. Hoy hemos iniciamos una serie de charlas que tienen como finalidad dar a conocer el entorno en el que nos vamos a mover en esta nueva aventura. Anoche, todos los expedicionarios escuchábamos atentamente las explicaciones de Adela Iglesias, Javier Cosme y Miquel Serra sobre prevención sanitaria, el Delta del Okavango y el cielo en esta parte de la Tierra, respectivamente. Todo un lujo.

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