Diario de la Expedición
Imágenes
Crónica:
2 de agosto de 2008
El día después.
Hemos vuelto a convertir el Transiberiano en nuestro campamento base mientras nos lleva de regreso a Moscú. El final del eclipse fue también el inicio del camino de vuelta a casa, pero a la distancia que estamos, aún nos quedan unos días de viaje. Las emociones se han apaciguado tras la vorágine vivida ayer junto al lago de Ob y el tren se ha convertido en una especie de centro de estudio de eclipses, un espacio de trabajo que recorre la estepa siberiana mientras se procesan las imágenes y los datos obtenidos. Estuvimos bajo la sombra de la luna exactamente 2 minutos y 18 segundos, en los que se tomaron cientos de fotografías del sol. Una imagen muestra una protuberancia solar, una inmensa llamarada que podría haber envuelto a cien planetas como la Tierra. Otra fotografía nos permite contemplar las Perlas de Bailys, unos puntos brillantes que no son sino haces de luz que se cuelan entre las montañas de la luna, y por supuesto el anillo de diamante, el último rayo de sol que se escapa antes de la totalidad. También observamos las grabaciones realizadas durante el fenómeno. Hoy hemos sabido que el servidor al que enviábamos las imágenes en directo del eclipse se colapsó tras recibir más de un millón de visitas en apenas un minuto. Esas imágenes están ya colgadas en la Red.
Revivimos el espectáculo de ayer viendo la retransmisión que muestra el punto de observación y las emociones de quienes estábamos junto al lago. Esas imágenes estarán también en Internet en las próximas horas.
Anochece en la estepa siberiana y por las ventanas del tren seguimos maravillándonos con nuevas estampas rusas. Sobre el fondo anaranjado del crepúsculo se levanta una bruma espesa que apenas se eleva medio metro sobre el suelo, un ambiente mágico que tornará tenebroso en cuanto se oculte totalmente el sol.
Es la hora de la cena y mirar la mesas de los pasajeros que nos acompañan sirve para abrir el apetito. Sobre las pequeñas mesas de cada compartimento se forman a veces auténticos banquetes. La que está justo detrás de nosotros es un ejemplo. Preside un pollo asado en una bandeja de aluminio, unas papas cocidas, grandes y muy redondas sirven de guarnición. Al lado tienen pescado seco, muy parecido a nuestras jareas, y que aquí comen añadiéndole un chorro de aceite y un puñado de eneldo. Huele a sopa en el vagón. Estamos seguros de que a los rusos les encanta la sopa, aunque sea preparada, aquí tiene especial éxito una de carne con muchos fideos. La llaman lagman y parece contundente. Gustan los sabores fuertes, los embutidos están muy especiados y la mayoría saben a ahumado. ¿Sabores de Rusia? Miramos la letra pequeña de una especie de salchichón que compramos en una estación. Todo está escrito con el alfabeto ruso salvo una pequeña inscripción al final de la etiqueta: “Elaborado en San Feliú de Pallerols”. Después de todo, vivimos en un mundo globalizado.
ROBERTO GONZÁLEZ
EL VIAJE DE…VERO, JONATAN, MIGUEL Y FÉLIX.
Hoy, de nuevo en el transiberiano, todavía mantenemos en nuestra memoria la imagen del espectáculo tan maravilloso que presenciamos ayer.
Por la mañana, el cielo no nos brindaba la mejor de sus caras, cubriéndose de nubes por completo, bajándonos los ánimos y llenando el ambiente de tensión. A pesar de todo nunca renunciamos a la idea de observar el fenómeno y estábamos casi seguros de que el cielo iba a quedar despejado.
Salimos del hotel rumbo al lago Ob, cargados de telescopios, cámaras, ordenadores, trípodes y toda clase de instrumentos necesarios para la observación. Cada uno tenia una misión, nos tocaba la parte de fotometría, pero en el momento de la totalidad, cuando todo se oscureció no pudimos evitar dejar a un lado nuestro trabajo para no perdernos nada de aquellos escasos pero tan maravillosos minutos. Parecía que el tiempo se había detenido, y estábamos sin poder articular palabra. Pasado el eclipse sentimos como la alegría salía por cada uno de nuestros poros, en forma de gritos, lágrimas, risas y abrazos. Nos dimos cuenta de que ninguna de las imágenes que habíamos visto hasta entonces se podía comparar con la sensación de verlo con nuestros propios ojos. Ahora, sentimos que el eclipse nos ha hecho crecer un poco más como personas y apreciar las cosas de otro modo ya que algunos hemos descubierto sensaciones y sentimientos que estaban ahí pero que no sabíamos que existían.
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